Sobre Duelos desiguales: un duelo que acerca al “yo” con “los otros”

Sobre Duelos desiguales: un duelo que acerca al “yo” con “los otros”
Por Emilia Fallas
Lingüista

      Cuando hablamos de narrativa, es quizás más simple encontrar la representación de múltiples asociaciones desde el intimismo hasta la colectividad; además de las relaciones sociocontextuales. Pero cuando hablamos de poesía, es más difícil lograr todas esas asociaciones a partir del lenguaje exacto, preciso, sensible, pero contundente, característico de este género.
      El poemario Duelos desiguales de Paúl Benavides, de una manera precisa, a partir de la percepción de la realidad inmediata del yo lírico y desde su percepción íntima, logra abrirse a múltiples asociaciones con “el otro” y “los otros” como una forma de consolidación de la existencia individual relacionada con el colectivo: el individuo no es más que la afirmación y búsqueda de sí mismo a partir de las asociaciones, observaciones e interrelaciones con “los otros”. Es así, como de manera muy atinada, en la presentación del libro se menciona que “su poesía es un duelo consigo mismo, con la muerte, con el país, con los coterráneo, con el último trago del amor y el recuerdo de la felicidad (Fernández, en Benavides, 2012, p. ix).
     La poesía de Benavides podría analizarse desde diversos ángulos y subtemas; sin embargo, me interesa resaltar aquí, específicamente, la fortaleza que el poemario tiene en cuanto a la construcción de imágenes y manejo del lenguaje para alcanzar esas construcciones. Quizás la mayor virtud de este poemario, desde el punto de vista del estilo, es la destreza y el manejo lingüístico en esa construcción. Siempre con la utilización de un lenguaje preciso y exacto para transmitir esa percepción de la realidad. No sobra ni falta una palabra. Cada imagen se construye perfectamente y logra su cometido poético. En otras palabras, cada imagen de los poemas representa un signo cargado de significado.
     El estilo poético en Duelos desiguales parte de una realidad inmediata y, de ahí, construye sus imágenes. Esto significa que no recurre a experimentaciones alejadas de lo cotidiano; sin embargo, su construcción lleva tal carga de sentido que cada imagen y cada poema no se quedan en la descripción de esa realidad percibida, sino que, además, entrega al lector una fuerte carga sensorial. O sea, esa realidad o percepción observada se interrelaciona siempre con la percepción sensorial, con una fina cohesión de ambas percepciones.

     Podríamos decir que la percepción de la realidad se representa en dos planos: a) la percepción intimista del yo a partir de los otros, b) la percepción del yo a partir de las relaciones contextuales y espaciales.
     Uno de los mejores poemas de Duelos desiguales es “Memorial”, no solo por la exactitud y carga semántica de cada palabra e imagen (desde la misma sencillez del lenguaje), sino que todo el poema en sí mismo resume esa interacción entre “los otros” y el “yo” que nos lleva a una fuerte reflexión existencial “¿Qué parte de ellos soy ahora?” —dice el poema— y, entonces, nos presenta, desde una percepción sensorial, un “yo” que se forma a partir de la convergencia de generaciones y valores familiares adquiridos y concluye con la duda existencial: “A ellos les debo al que no conozco, // al desconocido que anda conmigo siempre // y se levanta en la madrugada para ir al baño // y no sabrá nunca quién lo ve desde el espejo (p. 13).
      Otro excelente poema en prosa es “Parade (desfile)”. Aquí la percepción observada del yo lírico es una sola con la percepción sensorial. En este caso, desde la observación de “Ana”, de quien hace una descripción en la que convergen las sensaciones a partir de “ella” y la interrelación con el entorno urbano: San José.
     También el poema “Ráfaga” está finamente elaborado. Además de que presenta imágenes muy bien construidas lingüística y estructuralmente, el “otro” lo constituye “el poema” que incide en la reflexión existencial del yo (en sí mismo y en el contexto) :
              El poema
              es una herida menor, un rasguño,
              moderado elixir para aquilatar el insomnio.
              Yo prefiero un veneno nocturno y carnal
              sobre una cicatriz que no envejece nunca
              para decir que allí pasó algo:
              un huracán, una revuelta o mejor una guerra.
              ¿Para qué entonces el inofensivo poema con pies de plomo?
              […]
              el poema es una paz que mata la ciudad,
              sin pájaros que se juegan la vida entre alambres de alto voltaje,
              y un abstemio sentado en la mesa de la cafetería,
              sin que se desborde un río, suene una sirena o haya un ataque… (p. 29)
     En cuanto a la percepción del yo y las relaciones contextuales y espaciales, el “yo” interactúa con múltiples espacios: Costa Rica, pero también otros como La Habana o la casa paterna, así como contextos poéticos, particularmente con la referencia, en la III parte, a diversos poetas como Piñera, Sabines, Bukowski, por ejemplo.
     Finalizo, exaltando la fuerza sensorial que es una constante en todo el poemario, como mencioné, asociado con esa percepción de la realidad, que da potencia a las imágenes:
      Detrás del amor una mujer me recató con la lluvia
      Quizás un pájaro al final del día,
      el goce parecido a una tarde limpia,
      una mano puesta sobre la espalda como el mar.
      Supimos que nunca fue el tiempo ni la hora.
      Callados sin tormentas con apenas poca lluvia… (p. 21)
  Sin duda, la precisión lingüística y carga de significados que se asocian, hace que este poemario (primero publicado por el autor) sea uno de los poemarios más cuidados en su construcción, condición que se mantiene en todo el poemario.
   

Comentarios

Entradas populares de este blog

El discurso erótico y la trascendencia humana: una relación de significado en la poesía de vanguardia costarricense

Entrevista sobre literatura centroamericana

La versatilidad narrativa en Teoría del caos I parte