Los mitos del riesgo narrativo

Los mitos del riesgo narrativo

Emilia Fallas


        La tradición literaria costarricense, tanto para los lectores como para los escritores, ha estado circunscrita básicamente a los parámetros del realismo. Por un lado, esto nos ha dejado algunas obras muy importantes y una trayectoria con etapas literarias claramente definidas durante los, aproximadamente, 120 años de literatura costarricense; además, de una muy importante representación de nuestra identidad o “nuestras identidades” costarricenses. Sin embargo, ha tenido también un lado menos feliz y es la linealidad con que se ha abordado el análisis literario, así como la repetición de formas narrativas, e incluso poéticas en la producción de nuestro corpus literario más representativo.
      Considero que los parámetros de valoración de obras han caído, en forma muy generalizada, en ciertos estereotipos o mitos, que no siempre son los idóneos y corren el riesgo de cerrar mucho la producción costarricense. Menciono los siguientes dos mitos básicos:
  • 1° mito: El realismo es percepción de la realidad; por lo tanto, debe ser fiel a ella y esta realidad debe ser descrita como tal —exacta—.
     Si bien es cierto que esta afirmación es verdadera o válida, la percepción de la realidad tiene que ver con lo cotidiano; con lo que usted y yo vemos diariamente, aunque cada uno lo perciba con elementos o perspectivas distintas. Entonces, la escritura, narración o descripción de la realidad, podría perfectamente ser vista por tres, cuatro, cinco o “n” cantidad de personas, de la misma forma, y; por lo tanto, podrían hacer una descripción o narración igual o muy similar del mismo objeto percibido.

    Este ejercicio nos lleva, entonces, a pensar que hay una probabilidad muy alta de que quienes producen el texto, puedan caer en el lugar común: decir de la misma manera lo que la gente percibe.

    Ahora bien, aunque pareciera obvio, si el escritor no utiliza imágenes más elaboradas, aún en un esquema realista, corre el riesgo de brindar al lector siempre lo mismo.

     El acto creador literario, aún si surge de la percepción o realidad cotidiana debe provocar imágenes cargadas de una percepción nueva para los lectores. De esta manera, ya empieza a salirse del “lugar común” o cliché. Muchos escritores defienden que escriben lo que ellos son capaces de percibir; sin embargo, si no son capaces de crear perspectivas (no importa si es dentro del mismo marco realista), entonces su oficio se circunscribe a la descripción periodística, artículos técnicos, descripción de hechos, o a la literatura comercial que le dice al lector lo que ya está acostumbrado a ver y sentir y, por eso, ese lector se identifica tanto con la lectura, pero no está provocando “lugares nuevos” u perspectivas nuevas para el lector, como debería ser común en la creación literaria.

     Podríamos dar varios ejemplos de imágenes elaboradas con carga semántica, que dejan de lado el lugar común, pero que parten de una descripción apegada a la realidad. Veamos el siguiente ejemplo:
Fragmento de El luto de la libélula:

En la cama hay un hombre tirado boca arriba. El hombre está despierto y tiene una erección.   Hay una mosca quieta en el cielorraso: un corpúsculo negro y alado, un cuerpo inmóvil y los reflejos del sol como alfileres en la mirada del hombre en el lecho. Son algo así como las once de la mañana y al hombre le sobra un océano de lienzo blanco. Están entonces él, el calor, la voz de un televisor encendido, el perro, el latir del perro. (Podría resumirlo todo en un asqueroso segundo de revulsión. Decir: es todo una mierda, y revolcarse luego sobre la cama y asfixiarse ente el colchón y la almohada. Pero está la cobardía. Siempre gana la cobardía). (Chacón, 2011, p. 2)

     Este ejemplo describe, eminentemente, una situación muy apegada a la realidad observada, pero que genera un párrafo provocador desde las primeras páginas del libro. Y no por su lenguaje desenfadado, como quizás diría un “crítico” liviano y amarillista, sino porque todo el párrafo es una imagen en sí y que conlleva una carga de significado fuerte: nos introduce inmediatamente a un estado de desgano, soledad, apatía del personaje, e, indiscutiblemente, este párrafo surge como un gancho provocador para ahondar en la lectura de la novela. Por lo tanto, nos lleva como lectores a una perspectiva nueva de esa realidad.
    Concluyo este mito indicando que la creación de una imagen literaria, nunca está lejos de la narración realista (si esta es su tendencia); por el contrario, jugar con las imágenes suele aportar la carga de significado a los distintos signos lingüísticos que la narración conlleva y aportar esa “creatividad” o lenguaje innovador a aquello que todos solemos observar diariamente.
  • 2° mito: La experimentación hace imágenes incoherentes: no dicen nada; por lo tanto, es basura o tiene un nivel inferior que una narración coherente, nítida gramaticalmente, y claramente descriptiva.
     El lenguaje literario tiene una naturaleza simbólica. Lejos de ciertos conceptos contemporáneos en otras disciplinas, la literatura siempre lleva una carga de significado o representación. Esta representación, no necesariamente tiene que ser un concepto, puede ser una sensación, una provocación hacia algo, inclusive. Similar al arte pictórico, una obra puede tener o no una forma claramente definida. En la literatura, también se puede jugar con la forma y la experimentación.
    Ahora bien, aún la experimentación con las formas tiene una razón u objetivo comunicativo; así como la utilización de recursos que no están apegados al estilo realista, tales como la incorporación de los elementos fantásticos, surrealistas, maravillosos, fragmentación de espacios y de la linealidad narrativa, entre “n” cantidad de recursos: tantos como la creatividad del escritor permita.
     La creación literaria más experimental (en cualquiera de sus formas) tiene riesgos para el lector (receptor) y para el escritor:
a) El lector que está acostumbrado solo a hacer una lectura lineal de un texto, e incluyo aquí a la mayoría de “analistas” literarios, sin que parezca grosero decirlo, quedan normalmente en un nivel de lectura muy liviano y muy poco aprovechado de ese texto. ¿Culpa del lector o el crítico? Para nada es culpa de ellos, sino de un aprendizaje y tradición literaria costarricense apegada a la escritura lineal, poco acostumbrada a brincar entre las imágenes y fragmentación de acontecimientos, tiempo y espacios: en muchos niveles narrativos.
b) Por otro lado, los escritores costarricenses, quizás víctimas de esa lectura y tradición, siguen apegados a esquemas muy lineales; por supuesto con la excepción de escritores que han jugado y experimentado con juegos narrativos, imágenes, fragmentaciones. Cito, entre los autores que han hecho estas experimentaciones a Alexánder Obando, Ana Cristina Rossi, Rafael Ángel Herra, Rodrigo Soto, Guillermo Fernández, Alí Víquez, Eunice Odio, Alfredo Cardona Peña, Rafael Ángel Troyo, entre otros.
c) Experimentar no significa que nunca tendrá el riesgo de caer en un lugar común; por ejemplo, podemos encontrar imágenes fantásticas o de ciencia ficción que bien las hemos visto cien veces en las películas o la televisión: eso igual es un inminente lugar común; excepto cuando las imágenes fantásticas, ciencia ficción o maravillosas, con referentes como películas u otros, tienen una intertexto muy claro y perfectamente cohesionado.
     Las imágenes literarias de tipo experimental, surrealistas, fantásticas, etc., pueden llevar cargas de significado o ser interpretadas también por las sensaciones o provocaciones (por ejemplo, el surrealismo).
    Anoto algunos ejemplos de imágenes con estilos diferentes que han elaborado algunos de los escritores mencionados.
a) De Elementos terrestres:

Yo podría cantar una canción
Para que me sospechen de humo, en aire,
y de animal tallado entre la espuma,
en larga, leve, carcajada de arpa
(Odio, E., 1984, p. 77)

    En Eunice Odio podemos encontrar imágenes de corte surrealista y experimentales por excelencia, con una carga semántica y, desde el punto de vista semiótico, muy importantes. Quizás ella abre el canal en este estilo en la poesía y narrativa costarricense; sin embargo, ella es reconocida por su importante obra, y quizás por su proyección internacional, pero poco se ha dicho de la fuerza de su experimentación y elaboración de imágenes surrealistas y fantásticas. Ella da un giro muy importante en esta línea narrativa y poética. Cada imagen evoca, representa y provoca: no una idea o referente físico, necesariamente, también una sensación o conceptos integrales.

b) De Teoría del caos, cuento "Clivus, Ariana y Omestes en la casa grande":
Los cortinajes y drapeados que cubren la habitación la hacen parecer un harén lleno de incienso y misteriosas     sombras detrás de cada doblez o cambio en la textura de las telas.
Al fondo, en una inmensa cama de roble, está Ariana sentada y mirándome con esos ojos negros que solo a ella le pueden brillar así. Ónix u obsidiana sacada de un puñal de ritos aztecas, sus ojos me siguen por la habitación mientras trato de sortear cortinas y drapeados para poder llegar a ella.

[…] Entra Clivus con el último candelabro encendido y su ama le dice:
—Acuesta al niño.
El muchacho se va por la galería, iluminando a su paso las figuras y filigranas del techo dividido en pequeñas bóvedas de madera. Cada vez que pasa por debajo de una de ellas, se despiertan los lares más ocultos. Vuelven a la vida viejos rostros olvidados y de repente parece que desearan conversar con la luz, pero nomás han empezado, la luz del candelabro se aleja, dejándolos de nuevo en la más completa oscuridad. (Obando, 2012, pp. 137-138)

     Alexánder Obando es uno de los escritores contemporáneos más versátiles en sus juegos y fragmentación narrativa, excelencia en la utilización del recurso de la intertextualidad, y un elemento del que poco se habla, pero que produce de una manera magistral: la elaboración de imágenes simbólicas.
     El fragmento que anoto de su más reciente obra, en realidad forma parte de un cuento, que todo en sí es una imagen. Obando, de una manera muy bien lograda, yo diría que en toda su obra (desde la poesía hasta sus novelas y cuentos) pues utiliza este recurso en varios de sus capítulos de novelas, poemas y cuentos. Esta producción de imágenes tiende al presentar elementos simbólicos y surrealista, de corte onírico. Me atrevo casi a decir que ningún escritor costarricense ha desarrollado tan bien, ese elemento en su literatura. Sobre esto me referiré posteriormente en un escrito mayor, pues merece un estudio más detallado.

c) La fragmentación de las estructuras narrativas: No anotaré ningún fragmento debido a que, detectar la fragmentación, requiere hacer una lectura de la continuidad narrativa de un texto; o quizás sería mejor decir que requiere de ver la “discontinuidad narrativa de un texto” y la presentación de múltiples niveles narrativos, historias, reflexiones juegos de intertextualidad, variables de lenguaje, juegos de texto en el texto, etc. Estas fragmentaciones, generalmente, no son escritas al azar, sino que requiere de mucho trabajo y madurez del escritor, pero también obliga a los receptores a una lectura muy aguda y también madura.

     A veces hilar la historia requiere establecer grupos semánticos, pero otras veces no será necesario hilar, pues nunca se logra. Quizás la provocación surge en acontecimientos aislados, que a la luz de un lector o analista inmaduro en este abordaje ( me refiero a que tiene poca experiencia en lecturas de tipo simbólico o experimental) o con una perspectiva muy plana literariamente, solo notará inconsistencias.

    Esta fragmentación ha sido muy bien abordada por escritores como Alexánder Obando, quien mantiene esta línea en su nuevo libro de cuentos Teoría del Caos. La escritora Ana Cristina Rossi quien magistralmente hace esta fragmentación en María la noche, por ejemplo. Rafal Ángel Herra, todo un experto en los juegos de la intertextualidad: cada intertexto que su obra presenta, conlleva una reflexión o provocación que apela al lector en diversos temas.

    Rodrigo Soto juega en algunas de sus obras y cuentos con la fragmentación de la estructura discursiva y la ruptura de la linealidad narrativa, igual generalmente con una intención asociada con la temática de su obra.

     Guillermo Fernández, también presenta una propuesta de su obra que no es plana. Por ejemplo, en su reciente obra Ojos de muertos, la fragmentación se da a partir de la estructura narrativa y la inclusión de múltiples historias, cada una con una propuesta conceptual y provocación alrededor de preguntas existenciales o disertaciones sobre diversos temas. Esta provocación y fragmentación que hace invita al lector a buscar la respuesta y el hilo narrativo, quizás algún lector no lo logra y debe visualizar su obra con toda su integralidad, pues lleva al lector a “brincar” de propuesta en propuesta y de provocación en provocación: cuando se inicia una nueva historia, da la sensación que se deja algo perdido y que habrá que seguir leyendo para encontrarlo.

    Para concluir, este segundo mito de la experimentación asociada a la “incoherencia”, no es más que el resultado de esa idea plana que hemos tenido desde nuestro sistema educativo hasta nuestra cultura literaria costarricense tan orientada hacia el movimiento realista (en su expresión más plana).

      En esta reflexión sobre estos dos mitos, podríamos hablar de muchos ejemplos más de obras y autores nacionales, y por supuesto profundizar mucho más, pero queda pendiente hacer esta tarea en este tema tan poco abordado, tan controversial para algunos, pero tan importante para la diversificación, amplitud de visión y nuevos abordajes, tanto de los escritores, como de los lectores de nuestra literatura costarricense.

Comentarios

  1. Me gustan mucho tus refutaciones a ambos mitos.

    Respecto del primero, basta saber que la "realidad" no puede ser conocida, tan solo "percibida parcialmente", habría que ser omnisciente y omnisapiente para poder "conocerla", por eso, aquello que llamamos "perspectiva" no es más que la estrecha percepción de un instante, y un punto en el océano insondable de la realidad. Toda obra literaria es ficción, y como dice Rulfo, una "mentira".

    Y concuerdo con la refutación al segundo mito. Pero hay algo que me deja dudas cuando afirmas a propósito de la fragmentación: " A veces hilar la historia requiere establecer grupos semánticos, pero otras veces no será necesario hilar, pues nunca se logra". Como escritor, nunca estoy pensando en "campos semánticos" ni nada relativo a la "teoría literaria" o a su siempre posterior sistematización. Existe algo al momento de escribir que si bien parte de una "pretensión", se resuelve también con alguna dosis de "espontaneidad", en el proceso de creación existen cuestiones que son imposibles de prever, incluso, hilar una historia puede ser algo que escapa al control del escritor, y que incluso, puede corresponder al lector, quien también es parte del proceso creativo.

    Saludos!

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    1. Hola German, gracias por tu comentario. De acuerdo.
      Respecto a eso segundo, claro, el escritor no está nunca pensando en "campos semánticos", ni el lector. Eso lo digo yo desde la percepción teórica y las variables que pueden existir en los hilos narrativos. Esto lo digo, cuando analizamos la construcción de una obra (análisis literario), si visualizamos esa construcción y las variables que presenta. Observamos si "la linealidad" u otra construcción para ver la forma cómo se teje esa estructura (o bien cómo se desordena de una forma pensada y creativa). A eso me refiero yo. Al análisis de la construcción y tejido de la obra y la salirse de los análisis aún rígidos apegados a formas "políticamente correctas" porque obedecen a una tendencia teórica pero no se abre a creaciones y formas diferentes, que pueden ser tan hábiles, bien pensadas y bien construida

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    2. Ahora bien, el escritor profesional, generalmente, sabe que aunque no lo llame "campos semánticos" y no sea consciente que los hace, siempre va hacerlos de todas formas: busca una coherencia de sentidos, con distintos puntos del discurso, pero el más arriesgado, juega con nuevas construcciones y formas para armar ese significado, que perfectmente puede estar en la misma fragmentación, como suele pasar con la literatura posmoderna, por ejemplo.

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