Voces para la deslumbrada



Voces para  la deslumbrada
Emilia Fallas


Artículo publicado en el periódico La Nación 1/06/2014
http://www.nacion.com/ocio/literatura/Gallegos-voces-infinitas-reciente-novela_0_1418058219.html

La escritura rebasa el tiempo y espacio. Sin linealidad, apila voces que andan caminos internos; deambulan y se escuchan por cualquier parte. La escritora divaga de un modo más que delirante.  Ella muere en la escritura y nacen las voces infinitas —sus dobles— que presagian la noche oscura. Los escritos fluyen inquietos y dolidos.
La escritura ve el pensamiento,  la penumbra y la nostalgia. Esa es la sensación que deja La deslumbrada, último libro de la escritora Mía Gallegos, publicado por la Editorial Costa Rica.

 Distintos relatos  llevan al lector por ese recorrido divagante de la escritura. Muchas voces femeninas invitan a penetrar en los delirios de la escritora en el acto creador. Ellas —las voces—, durante el recorrido, reflexionan desde instantes percibidos, que se arremolinan en múltiples diálogos internos: es el mundo sensorial y pensante.

Gallegos hace gala de lo que ha sido su gran fortaleza: la fluidez para construir el lenguaje literario. La prosa posee aquí una actitud estética y, mediante un tejido de palabras, filosofa sobre el mundo circundante y el interno —el sensorial y del pensamiento—: “Mientras ellas tejen, también lo hago yo. Pero mis telares son oscuros y al trazar vocablos, intento decirle a la muerte que no venga…”.

Con pericia, la autora mezcla recursos narrativos con características de prosa poética. Tiende a una actitud lírica y es notable que la intención no es narrar ni tener una línea argumental, sino transmitir sensaciones y pensamientos. Con naturalidad fresca, intercala el tono narrativo y la narración poética que surte como un buen mecanismo para intensificar los diálogos internos. Un hilo fino  une la actitud lírica con la construcción del pensamiento.

En las divagaciones, con la misma naturalidad, retoma y fusiona intertextos de la mitología griega.  Distintos temas tienen como marco Los diálogos  de Platón, a Eurícide, Orfeo, Circe, entre otros, como intertextos para establecer pasajes, a veces onírico-simbólicos, que muestran los estados divagantes de las voces. Entrelazan la realidad circundante, la memoria clásica  con los relatos oníricos; entendido lo onírico, no como el sueño, sino como la alucinación que lleva a los estados internos: divagación de la mente. Así, las voces narrativas tienen un aire sigiloso: observan y viven como almas deambulantes.

En muchos relatos está presente el doble: la hija dispar con su madre, pero que la refleja a ella misma, o la mujer que descubre un ser dentro de ella, que le habla, la niega y contradice; o también,  la escritora/mujer poseída: “De pronto vi a una mujer que estaba envuelta en un peplo […] Soy una suplicante. He muerto varias veces y ahora me preparo para transmigrar. Antes tú y yo fuimos un mismo ser, pero cuando la tierra estalló y se disgregó, no separamos. Para que volvamos a estar unidas, tenemos que morir y despertar”.
En el relato “Mía de mí”, la narradora interactúa y apela a la autora —a Mía—: “Ha vuelto a temblar. Mía Gallegos. Mía de nadie. Mía de mí. Sin una biografía. Tierna. Casi ácida. Con un destino trazado y una cruz…”.

Esta multiplicidad, convertida en voces/dobles, mitos, madre/hija, niña/adulta/anciana, son mujeres con instinto de conservación; algunas que no alzan la voz y se resignan; narradoras aisladas del mundo: prisioneras de sus mentes, que viven ensimismadas; todas con un recorrido complejo y solitario: retiradas por decisión propia; silenciosas, porque su espacio interno es el espacio seguro que las guarda y cuida, porque “las mujeres no trasponemos el umbral; pese a ello, a mí me gusta divagar: es así como emprendo mis periplos”.

La oscuridad, la noche que es todavía noche, la que deja sin lumbre a las deslumbradas; es el tópico que nos invita desde el inicio el libro… Camina con los pensamientos y deja muchas preguntas: “Soy una mujer y no tengo respuestas, tan solo sé percibir el instante, el instante sagrado, ahí donde el tiempo se sustenta. En esa inmediatez se debaten los instintos, la piel se encuentra, la sangre fluye y aparece la mujer que va hundiéndose, naciéndose”. Con esas hermosas líneas finaliza el libro e inicia el gozo de haber leído un libro construido cuidadosamente, y muchas voces que se quedan acompañando  a los lectores.


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